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24 de junio de 2018

Mi primera cita con una chica rusa

Sin utilizar los recursos que venían en el famoso manual de AFA, conocí a Helen. Mi timidez y el idioma fueron una barrera. ¿Cómo terminé? ¡A las 4 AM y sin llave del hostel! 

Nacho Catullo ([email protected])

Hola, soy Nacho Catullo, tal vez me recuerden del #NoTengoNovia porque... o del escándalo de la AFA con el manual para conquistar chicas en Rusia. De estado civil soltero, he intentado sin demasiado éxito acercarme al sexo opuesto en esta Copa del Mundo, aunque todavía sin llegar a utilizar los extraños recursos planteados en dicho cuadernillo. Eso sí, las limitaciones del lenguaje y mi timidez – aunque no lo crean no todos los argentinos somos cancheros y osados-, me obligan a usar Tinder y Happn, las aplicaciones más comunes para arreglar citas.

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Generalmente uno conversa con un diez por ciento de los matches porque chatear siempre desde cero resulta algo insoportable. A todas las chicas, en este caso, tengo que contarles que soy de tal lugar, que no hablo ruso y que encima tengo horarios limitados por el laburo. Pero Helen, de 26 años, me llama la atención y me banco lo tedioso. Incluso, rápidamente pasamos al WhatsApp. Unos días antes había hecho contacto con una chica peruana que sólo quería hablar por Line. Le comenté que usaba Facebook, Twitter, Instagram, WhatsApp, Telegram, ICQ, Messenger, cartas de puño y letra y un básico de señales de humo, pero no Line. Nunca más me habló.

Helen me había dicho el martes que me escribiría para hacer algo por la noche. No lo hizo. El miércoles volvió a proponerlo. Me quedé esperando. Nada. El viernes, luego de la tragedia de Nizhni, ella se apiada de mí y quedamos en encontrarnos. Estaría por el centro con su hermana Julia – que finalmente sería su prima- y me pide que vaya con amigos para que sea más divertido. Mariano me acompaña y Martín se unirá más tarde.

El primer inconveniente se da ni bien nos conocemos. Julia habla poco inglés y se complica para quien trate de hacerme la segunda. Caminamos por la vieja calle Arbat buscando dónde tomar algo. Indecisas y queriendo mostrar lo más lindo de su país, se demoran. Nos da sed y Mariano comienza a ponerse ansioso. Helen trabaja con publicidad en televisión y Julia es arquitecta. Nos comentan que diseñó un restaurante y, sorprendidos, hacia allí nos dirigimos.

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Al llegar a Steak it Easy, ya en la Nueva Avenida Arbat, en lugar de frenar seguimos de largo. Sin entender bien por qué, caminamos hasta el final de la calle. Las chicas se alejan y nos piden un momento. Helen empieza a llorar. Mariano me pide que nos vayamos al boliche. Le respondo que prefiero nadar en el río antes volver a ese lugar lleno de turistas millonarios. Más de diez minutos después, obtenemos una explicación: “Estaba mi ex novio. Hace un mes rompimos y me está escribiendo”, dice Helen. Es inverosímil, en Moscú viven más de 10 millones de personas. Mi amigo ahora se da cuenta de que dos rusos grandotes nos señalaron y entra en pánico. Ofrecemos irnos y que ellas resuelvan sin el compromiso de quedar bien con los extranjeros. “No, es mi decisión no estar más con él, vayamos al centro en taxi”, responde Helen y me conquista.

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En el bar Cuba Libre nos reunimos con Martín, ahora Martuchi. El calor es indescriptible y Helen se toma dos rones con coca en 15 minutos. Caminamos. La calle está explotada de gente. Tocan bandas y otros revientan los estéreos de los autos. Llegamos a un bar irlandés pero está cerrando. Los pibes se quieren ir al boliche. La encargada nos permite comprar cerveza para llevar, pero en la barra no nos tratan bien y no nos venden. Helen, un tanto ebria y otro poco queriendo dar una buena imagen ante los foraneos, se ofende.

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La discusión dura más de media hora y pierdo definitivamente a mis amigos. Finalmente, luego de escribir en el libro de quejas, Helen consigue cuatro pintas de cerveza artesanal sin costo. Mientras las tomamos fuera del bar aparece Sergey Penkin, un reconocido cantante ruso que, si no entendí mal, me piropea. La temperatura baja abruptamente y a las dos chicas las llama su madre por teléfono. El final es más previsible que Mercado cuando va al ataque.

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Las acompaño hasta la parada de taxi y Helen me promete que nos volveremos a ver al otro día. Saludo cordial y beso en el cachete. Cuando me voy, me doy cuenta de que no tengo llave del hostel y son las cuatro de la mañana. Y algunos se preocupan porque perdimos un partido de fútbol...

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